Todos tantos días en esta isla que a veces pierdo la perspectiva. Más de una vez me descubro contento y feliz por tener unas preciosas vistas, un mar maravilloso, un cielo siempre azul... creo que nunca me cansaría. Tengo suficiente comida entre los pequeños animales que cazo con mis trampas o los peces, los moluscos y unas langostas gigantes que son algo bastas pero al fuego no están mal. Y fruta, una fruta tropical que apenas subo a coger pues continuamente cae de los árboles ya madura para comer.
A pesar de todo, muchos días pienso en lo vanidoso de todo esto. Tan efímero tan inconsistente todo pendiente de un golpe, una herida profunda un mordisco dañino, de mil peligros reales y que normalmente valoro muy poco. Si pensara mas en ello andaría con mucho cuidado y no saltaría piedras o troncos no subiría a las peñas ni bucearía más allá de unos metros de la costa pero inevitablemente dejo de pensar en ello.
Continuamente debo dilucidar entre vivir ajeno a la verdad y vivir la realidad. A veces dejo que gane una y otras veces la otra pero siempre acabo pensando que todo, lo bueno y lo malo que me ocurre viviendo en esta isla. Y se que todo lo que pienso solo tiene un final.
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