Esta noche estoy en un pueblecito pequeño de la provincia de Soria. Tengo una casa que intento reformar poco a poco desde hace muchos años. Sin duda desde aquí la vida tiene otro ritmo. La tormenta de esta tarde acompañada de gran aparato eléctrico y truenos ha sido espectacular. Con cada relámpago, con cada trueno, me iba sintiendo mas y mas pequeño. En las ciudades estos fenómenos atmosféricos se viven de forma distinta. Allí te sientes protegido y a salvo. Ocurre igual con el viento: además de notarlo, también lo oyes. El olor del campo después de llover, el olor del ozono antes de llover, el viento que se levanta al ponerse el sol… Estamos perdiendo nuestras capacidades mas elementales. Mirar el horizonte, volver a saborear de la huerta, un huevo de gallina recién puesto, el silencio para dormir, la tranquilidad en todo momento, reconocer uno a uno todos tus vecinos…
Aquí en el campo vuelves a tomar conciencia de lo pequeño que eres.
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