Esta mañana he visto dos delfines cerca de la playa “Mia”. Estaban como a veinte metros de la orilla y saltaban muy alto para dejarse caer con un gran estruendo. Han estado toda la mañana y luego han desaparecido. Espero que vuelvan mañana y que vuelvan con mas delfines para quedarse algún tiempo.
Lo que mas me ha sorprendido son los ruidos que hacen, esa risa histérica y chillona que acompaña todos su juegos. Me hace pensar en si alguna vez yo volveré a hablar con una persona. Después del tiempo que llevo aquí me gustaría saludar a alguien y oír nuestras voces mientras conversamos sin otra pretensión que la de escuchar, dejar que las palabras se deslicen suavemente por mis oídos y me hagan cosquillas al llegar.
Quizá encuentre alguna vez en esta isla a alguien con el que pueda conversar pero sin entendernos. Me da igual. No necesito entender lo que oigo: necesito oír. Pero lo mas seguro es que pase el tiempo y nunca tenga a nadie con quien hablar. Me gustaría tener recuerdos de mi vida anterior para contarme en voz alta. Los que conozco de mi vida actual no me gustan. Supongo que terminare hablando con cualquier cangrejo, cantando al mar en voz alta o inventando historias que me contare a mi mismo para oírme hablar.
Antes de que suceda algo así prefiero volverme loco. Uno de esos que se creen dos personas distintas y que se hablan a mi mismo sin saberlo. Hablaríamos sobre filosofía o ciencia o mejor: sobre nuestras experiencias vividas. Únicamente tengo un miedo: que no quiera hablar conmigo, que no quiera ni tan siquiera escucharme. No creo que pudiera soportarlo. Tendría que matarle pero no me apetece que me falte alguien con quien hablar.
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