lunes, 28 de noviembre de 2011

Mi principal preocupación es limpiar la playa “Mía” de cualquier elemento que pueda hacerme daño. Todos los días dedico varias horas. Retiro las piedras porque se que en poco tiempo voy a tener que andar descalzo. Estos zapatos ya tienen la suela rota, empieza a pudrirse la piel y no quiero coger una infección. También retiro cualquier resto de concha e incluso cojo los pequeños cangrejos y los llevo hasta el extremo de la playa donde los dejo otra vez en libertad.
Me fijo en que no haya alguna medusa que pueda pisar y con la ayuda de una rama fuerte y no muy retorcida paseo e intento descubrir todo lo que me pueda perjudicar. Supongo que si viniera a esta playa un fuerte oleaje con todo lo que trae el mar no me serviría de nada todo esto que hago pero me parece una posibilidad muy remota y el trabajo me ayuda a pensar y no volverme loco.
Pienso en la clase de hombre que era. Quizá fuera un hombre cuidados con lo que tenia. Uno de esos hombres empeñado en conservar las cosas: una vida, una casa, una familia. O quizá fuese todo lo contrario y esta nueva vida que tengo aquí sea nueva de verdad. Quizá fuera un… jugador! Un hombre dispuesto a arriesgar todo lo que tenía y lo que no, a una carta o aun numero sin importarme a quien pudiera hacer daño.
Quizás mis padres me dieron una educación (tengo las manos suaves que me dicen que han trabajado poco y los dedos largos y delgados como los de los artistas) unos ideales, una ética… sea como sea ahora lo he perdido todo y tengo esta nueva vida difícil de comprender que vivo muy despacio.
Llega la noche. Parece que al sol le cuesta mas desaparecer y me regala su tiempo como si a mi me faltase. Es hermoso. A medida que se hunde, su reflejo, me llega flotando por encima del agua. Y cuando me ilumina este último rayo me deja herido por una belleza nueva, distinta, que me redime de otro día que nunca recordare.  

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