Mi principal preocupación es limpiar la playa “Mía” de cualquier elemento que pueda hacerme daño. Todos los días dedico varias horas. Retiro las piedras porque se que en poco tiempo voy a tener que andar descalzo. Estos zapatos ya tienen la suela rota, empieza a pudrirse la piel y no quiero coger una infección. También retiro cualquier resto de concha e incluso cojo los pequeños cangrejos y los llevo hasta el extremo de la playa donde los dejo otra vez en libertad.
Me fijo en que no haya alguna medusa que pueda pisar y con la ayuda de una rama fuerte y no muy retorcida paseo e intento descubrir todo lo que me pueda perjudicar. Supongo que si viniera a esta playa un fuerte oleaje con todo lo que trae el mar no me serviría de nada todo esto que hago pero me parece una posibilidad muy remota y el trabajo me ayuda a pensar y no volverme loco.
Pienso en la clase de hombre que era. Quizá fuera un hombre cuidados con lo que tenia. Uno de esos hombres empeñado en conservar las cosas: una vida, una casa, una familia. O quizá fuese todo lo contrario y esta nueva vida que tengo aquí sea nueva de verdad. Quizá fuera un… jugador! Un hombre dispuesto a arriesgar todo lo que tenía y lo que no, a una carta o aun numero sin importarme a quien pudiera hacer daño.
Quizás mis padres me dieron una educación (tengo las manos suaves que me dicen que han trabajado poco y los dedos largos y delgados como los de los artistas) unos ideales, una ética… sea como sea ahora lo he perdido todo y tengo esta nueva vida difícil de comprender que vivo muy despacio.
Llega la noche. Parece que al sol le cuesta mas desaparecer y me regala su tiempo como si a mi me faltase. Es hermoso. A medida que se hunde, su reflejo, me llega flotando por encima del agua. Y cuando me ilumina este último rayo me deja herido por una belleza nueva, distinta, que me redime de otro día que nunca recordare.
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