El ocho de diciembre de mil novecientos ochenta, yo viajaba a las ocho de la mañana en coche por el Paseo de las Delicias en dirección a la plaza de Castilla. Con la radio encendida y acompañado por personas a las que quiero escuchamos a un locutor dar la noticia de la muerte de John Lennon a manos de un asesino a las puertas del edificio Dakota en el que vivía.
Recuerdo que pensé que aquel iba a ser un día especial. Hoy treinta años después sé que aquel fue un día muy especial.
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